martes, 12 de febrero de 2008

El culto al Físico

Artículo rescatado del pasado y con la fecha ajustada a la de su publicación original.

Durante mucho tiempo he observado como ciertas características mías resaltan más en la sociedad en la que vivimos que otras.

Desde mi más tierna infancia, he observado a la gente decir “hola nene, que gordo estás” y a los compañeros de clase lanzar todos esos insultos que los de mi condición soportamos. Insultos en ciertos casos ocurrentes, pero en la mayoría de casos reducidos a nombres y adjetivos usados con la mayor malicia posible.

Expresiones como “Gordo”, “Bola de grasa”, “Bola de manteca” y similares han “acariciado” mis oídos desde que dejé la calidez de un hogar para entrar a formar parte de un mundo social. En guarderías, en colegios, institutos ... siempre las mismas frases, las mismas risas y las mismas miradas.

Dicen que los gordos somos especiales. Claro que lo somos, crecemos sometidos a un mundo mucho más hostil de lo que los demás perciben. Normalmente nos volvemos retraídos y acomplejados, y esos defectos, junto con los de nuestra condición, nos causan infinitos problemas para encontrar parejas.

Algunos de nosotros, cansados de recibir insultos nos volvemos agresivos, violentos, e incluso nos dedicamos a insultar y a humillar a los demás por intentar gritar más que los gritos que oímos.

La sociedad nos destroza ya antes de empezar. El gordo ha quedado reducido a un personaje cómico y/o tonto del que poder reírse. Normalmente un bonachón torpe que es la diana más “grande” y más perfecta para toda clase de insultos y chistes. Cuando la gente nos ve, es como si vieran a ese personaje. Pareceríamos más serios si pudiéramos adelgazar y nos pusiéramos una nariz de payaso.

Si encima eres mujer la cosa empeora. Por alguna razón a las mujeres se les exige un físico cada vez más perfecto. En muchísimos casos incluso insano. Kilos de maquillaje, delgadez extrema, altura, curvas de escándalo y grandes pechos. La mayoría de esta insensatez es gracias a los propios hombres. Pero no solo en nosotros recae ese “honor”. He visto a mujeres crucificar a sus compañeras resaltando todos y cada uno de sus defectos físicos. También las he visto excluir por semejantes causas, y tener un trato igual o peor del que observo en los hombres. Ser mujer y ser gorda ya es un infierno. Las chicas de alrededor se compadecen o burlan de ti, y los chicos te insultan, engañan o desprecian.

Si un chico o una chica gorda tiene una pareja con buen tipo, automáticamente se escuchan esas frases de “que hace con ese vaca, podría aspirar a una pareja mejor”.

Hace dos días, a mis 29 años, paseando por la calle mientras charlaba con una amiga, pasaron un par de niñatos en moto y la palabras “gordo de mierda” cruzaron la calle a voz en grito. Uno cree que los años nos alejan de esos traumas infantiles y de esas críticas, pero no es cierto, mi cuerpo y mi grasa me perseguirán para siempre.

Siempre se nos “recuerda” que nuestra condición es culpa nuestra. Por que comemos mucho, porque no hacemos deporte y mil razones más. La realidad es que muchos delgados comen más que nosotros y se mueven menos. La realidad es que muchos delgados echan tripa precisamente por eso que nos reprochan a nosotros. No hacemos deporte porque nuestro cuerpo no lo resiste. Y los que consiguen adelgazar, lo hacen siendo esclavos de dietas y del miedo que les produce volver a engordar. Dejan de comer, y tienden a pasarlo mal para no volver a ser unos marginados. El que es gordo, lo será siempre aunque adelgace. Es nuestro cuerpo quien decide en el fondo. Podemos luchar contra su decisión, pero viviremos luchando. Será una batalla eterna, hasta el mismísimo día de nuestra muerte.

¿Somos los únicos? Por supuesto que no. Desgraciadamente en este mundo hay muchos más acomplejados de los que la gente pudiera llegar a imaginar. Cada uno cubre sus complejos como puede. Una de las formas más habituales es precisamente el sacar los defectos de los demás. Que si eres alto, que si bajo, que si enano, que si gordo, flaco, escuálido, cuatro ojos, y un sinfín más de defectos que nos hemos inventado para olvidarnos de los nuestros recordándole a los demás los suyos.

En mi caso, soy un chico “afortunado”, también puedo paladear otra rama de insultos por pertenecer a otro conjunto selecto de esta sociedad, a saber, los discapacitados visuales. A los insultos de todos los días se añaden los de “bizco”, “cegato” y unos pocos más de similares características.

Parece que por definición todos debemos encajar en un sector físico. Blanquitos con blanquitas, negritos con negritas, los amarillos con las amarillas, gordos con gordas, guapos con guapas y así sucesivamente.

¿Tan bien nos sentimos al humillar al prójimo? ¿Tan maravilloso es hacer sufrir a los demás?

Por amor del cielo, ¿Es que tan importante se ha vuelto el físico en nuestra sociedad como para esto? La respuestas es sí. Y la sociedad se encarga de recordárnoslo todos los días. La ropa no nos entra, los bañadores en verano, los anuncios sobre perder peso. En las mujeres esto ha llegado a tal extremo que han terminado por volverse anoréxicas. ¿Qué esperaban? Un bombardeo continuo de una supuesta belleza que consiste en tener una cintura ridícula.

Y lo que afirmo no es algo no constatado. Cada día la gente se somete a más operaciones estéticas, y cada vez con menos años. No es de extrañar, o nos insultan por todas partes por no ser guapos o lo suficientemente guapos, o queremos parecernos a la estrella de turno.

Complejos y más complejos que nos rodean por todas partes día tras día. La soledad de no encontrar el amor por los prejuicios que nuestro cuerpo probablemente suscite. El retraimiento y el acomplejamiento que esto suscita.

Mientras tanto, más obesos mueren en camillas por operaciones mal realizadas o injustificadas. Más enanos sufren intentando ganar unos centímetros de altura para no ser como son. Y más personas mueren en general por intentar mejorar un físico que no tiene problemas. ¿Por que tener las orejas de una u otra forma es feo? ¿A quién intentamos parecernos? A los príncipes de cuentos, de caras y rasgos “perfectos”, o quizás a un ideal de belleza que en realidad no existe.

Los acomplejados con su propia fuerza se meten en gimnasios para conseguir músculos enormes. Para ellos, nunca es suficiente, siempre pueden ser más fuertes y mas atléticos. Arnold Schwarznegger tuvo problemas de corazón por todo aquello. Irónicamente acaban por perder su atractivo porque esos músculos en exceso también “echan para atrás”. Perseguimos un fantasma de belleza que no existe.

Cuando no es por eso, por los gustos, que si este es un friki, que si el otro no le gusta ir a beber de noche... Que si tal no se ha comprado tal camisa y no va a la moda, o que no tiene suficiente dinero.

Pues dadas las circunstancias pudrámonos en nuestros propios prejuicios. Sigamos insultando a todo el que no sea como nosotros. Todos hemos de salir como de una máquina. Todos con talla única, ni más altos ni más bajos, todos con el mismo color de piel, los mismos gustos en películas, música y en general en todo, el mismo pelo, las mismas caras, todos con una talla super delgada...

Y si todo este sinfín de despropósito se cumpliera, pues a lo mejor nos burlaríamos del color de ojos, y saldrían nuevos insultos como “ojos color mierda” y similares.

Yo por mi parte solo puedo seguir observando a esta sociedad enloquecer, soportando los insultos que tantos años llevo escuchando, e intentando usar otra de mis cualidades, quizás no tan notoria, que es la de reflejar mis pensamientos en palabras. Quizás haga otro intento de adelgazar, pero no será para huir de los insultos ni para intentar ser más aceptado. Tengo bien claro que aun estando delgado, me insultarían por otra cosa. Lo haré porque me sienta capaz en ese momento o porque mi salud no me deje otra salida que perder un poco de peso hasta la próxima vez que engorde. Seguiré buscando una pareja, alguien con quien me sienta bien y a quien acepte y me acepte. A fin de cuentas, es lo que en el fondo buscamos todos.  Seguiré siendo un friki rolero, flipado de los ordenadores y consolas, y que no bebe. Seguiré siendo un tipo raro que se sale de la norma, porque así soy y no pienso cambiar.

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